Iradokizunak
22.03.2021
Eneritz Elgezua
DIRECTORA DE CENTROS DE DÍA
IMQ IGURCO
En los últimos años se ha producido un importante aumento de la demanda y consumo de recursos sociosanitarios por parte de las personas en situación de dependencia, convirtiéndose la prestación de cuidados formales e informales dirigidos este colectivo en una de las prioridades en todos los ámbitos.
El aumento de la esperanza de vida en mejores condiciones, es indicador de que el ciclo vital está cambiando, siendo indispensable un cambio en el diseño de servicios y recursos dirigidos a este colectivo. El aumento de la esperanza de vida tiene como contrapartida el algunas personas mayores acaben con múltiples patologías crónicas, requiriendo en muchos casos de cuidados específicos, tanto sociales, como sanitarios.
Todo esto nos sitúa ante un importante proceso de cambio en la oferta de servicios sociosanitarios que den respuesta a la diversidad de necesidades que plantea las personas con dependencia.
Hasta hace muy poco, las opciones de servicios para el cuidado de estas personas se basaban fundamentalmente en dos opciones: el domicilio o la institucionalización (principalmente en residencia).
El cambio hacia un modelo de intervención mucho más preventivo y comunitario ha logrado a largo de estos años retrasar la institucionalización no deseada de las personas que desean continuar viviendo en sus hogares tanto como sea posible.
La demanda generalizada de “querer envejecer en el domicilio” nos ha obligado a los profesionales de la atención a las personas mayores a avanzar hacia el desarrollo de un nuevo modelo de cuidado, impulsando un tipo de atención mucho más comunitaria. En este nuevo modelo adquiere una especial relevancia otra dimensión de los cuidados, que se fundamenta en compaginar y buscar un buen equilibrio entre el cuidado profesional y el cuidado familiar y comunitario.
Actualmente las posibilidades de cuidado para una persona mayor son mucho más diversas, disponiendo de un amplio abanico de recursos intermedios y a nuestro alcance dirigidos a atender las necesidades de este colectivo de una manera mucho más personalizada en cualquiera de los niveles de dependencia. Así, podemos citar a las unidades sociosanitarias, los centros de promoción de la autonomía personal, los centros de día adaptados a las distintas necesidades de la persona mayor y su familia (jornadas completas, medias jornadas, servicios por horas, etcétera), prestación económica para cuidados en el entorno familiar y estancias de respiro, entre otras.
Este nuevo paradigma nos sitúa ante otro gran reto a abordar: se trata de hacer una transición desde una atención principalmente sanitaria, a una nueva perspectiva biopsicosocial. En ésta, adquiere especial relevancia el cuidado tanto de la persona mayor dependiente, como de sus cuidadores, familiares y red social.
De esta manera, el aislamiento y la soledad se convierten en dos de los grandes retos de intervención en las personas con dependencia y las personas cuidadoras de las mismas, proporcionando una nueva perspectiva de los cuidados, añadida a los servicios e intervenciones meramente asistencialistas y unidireccionales.
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