Iradokizunak
30.09.2025
La artritis reumatoide es, sin duda, la enfermedad más relevante y frecuente dentro del amplio grupo de las artritis, que abarca más de cien patologías distintas. Entre ellas se encuentran también las espondiloartritis, como la espondilitis anquilosante y la artritis psoriásica; la artritis idiopática juvenil; y las artritis por depósitos de cristales, como la gota o la condrocalcinosis.
El Dr. Alberto Alonso Ruiz, reumatólogo de IMQ, explica que el término artritis se refiere a la inflamación de la membrana sinovial, ubicada en el interior de las articulaciones. Esta inflamación provoca un aumento del líquido sinovial, lo que puede originar derrames articulares. Si no se trata a tiempo, puede derivar en daño del cartílago, el hueso, los ligamentos y los tendones circundantes.
Aunque la artritis puede afectar a cualquier articulación, suele comprometer con mayor frecuencia las articulaciones periféricas, como las de las manos, pies, hombros, rodillas, caderas y tobillos. La localización exacta varía según el tipo específico de artritis, y en ausencia de un diagnóstico y tratamiento oportunos, puede causar secuelas significativas.
En el caso específico de la artritis reumatoide, según datos del estudio EPISER (Prevalencia e Impacto de las Enfermedades Reumáticas en la Población Adulta Española), realizado por la Sociedad Española de Reumatología, su prevalencia en Euskadi se estima en un 0,5 % de la población adulta, lo que equivale a más de 11.100 personas afectadas. Esta enfermedad es más común en mujeres de entre 40 y 60 años.
Por otra parte, de acuerdo con la Encuesta de Discapacidad, Autonomía Personal y Situaciones de Dependencia 2020, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, un 34,67 % de las personas con discapacidad en el País Vasco manifestaron estar diagnosticadas de artritis. La incidencia es considerablemente mayor en mujeres (42,54 %) que en hombres (23,18 %).
Aunque la artritis puede afectar a cualquier articulación, su localización depende del tipo específico. El dolor que produce es de tipo inflamatorio: persistente tanto durante el día como por la noche, a diferencia del dolor por artrosis, que se agrava con el movimiento.
«La artritis provoca hinchazón, enrojecimiento y aumento de la temperatura en las articulaciones. Si no se trata, puede causar deformidades, pérdida de funcionalidad y una importante disminución en la calidad de vida», señala el Dr. Alonso Ruiz.
Algunos tipos de artritis pueden presentar síntomas generales como pérdida de peso, fatiga o fiebre, y manifestaciones sistémicas que afectan a otros órganos, como la piel, los ojos, los pulmones, el corazón, los riñones, el sistema nervioso o el tracto digestivo. En algunos casos, estas manifestaciones pueden ser la primera señal de la enfermedad y requerir atención médica urgente.
Las causas de la artritis son diversas. En las formas inflamatorias, puede existir un componente genético que, al interactuar con factores ambientales (infecciones, toxinas, estrés, radiación, entre otros), puede desencadenar una respuesta inmunitaria anómala. Esta respuesta provoca la producción de autoanticuerpos y una activación crónica del sistema inmunitario.
En el caso de las artritis microcristalinas, como la gota y la condrocalcinosis, la inflamación se debe a la presencia de cristales microscópicos dentro de la articulación.
Las artritis sépticas, por su parte, son causadas por infecciones articulares y constituyen una urgencia médica, ya que pueden destruir rápidamente la articulación e incluso comprometer la vida del paciente si no se tratan de forma inmediata.
«Dada la complejidad y variedad de los síntomas, es fundamental acudir al reumatólogo lo antes posible para realizar un diagnóstico precoz», recomienda el Dr. Alonso Ruiz. En la mayoría de los casos, el diagnóstico puede establecerse en la primera consulta mediante una exploración clínica exhaustiva.
El especialista también puede solicitar pruebas complementarias como análisis de sangre para detectar marcadores específicos, estudios del líquido sinovial, radiografías o ecografías articulares.
El tratamiento de la artritis varía según el tipo y la causa de la enfermedad. En las formas inflamatorias, se utilizan fármacos modificadores de la enfermedad y tratamientos biológicos, que actúan bloqueando moléculas clave o vías de activación del sistema inmunológico. «Estos tratamientos han revolucionado el pronóstico de estas enfermedades y han mejorado notablemente la calidad de vida de los pacientes», afirma el reumatólogo de IMQ.
En el caso de la gota, un manejo adecuado de los brotes inflamatorios, combinado con medicación que reduce los niveles de ácido úrico en sangre permite controlar la enfermedad.
Por último, las artritis infecciosas pueden curarse, siempre que se instaure el tratamiento antibiótico adecuado en función del microorganismo causante.
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